Como una paria me sentí en Bogotá buscando una parte donde reclamar un giro. Que cosa para dar vueltas y revueltas, ya me imaginaba por allá sola y sin dinero, como un náufrago en medio de tanta gente y vaya dos cuadras mas allá, pase el parquecito y por ahí es, y yo dando vueltas como una veleta, por poquito y me pongo a llorar a mares en medio de la nada. Pero cuando ya casi tiraba la toalla, que ahí estaba lo que buscaba y de una me dieron el giro. Qué alivio, volví a ser gente, ahí aprendí que con dinero se puede hacer de todo, sin él no se es nada en la vida.
De una cogí taxi para la terminal y a cambiarme de ropa, que para colmo me ande media Bogota en tacones. Estaba que me los quitaba y seguía a pie limpio, pero ya en la terminal y con calzado descansado y toda la cosa, no se veía tan grave el asunto, más es el miedo a lo desconocido, que lo grave que era en realidad la situación.
Para tener en cuanta que lo mejor es el dinero en vivo , pues no se puede confiar en el dinero plástico, ya una vez me dejó en la calle también un cajero callejero. Así que lo mejor sería cargar dinero suficiente y que no se acabe, para no depender de giros, tarjetas o de bancos que se me esconden cuando los necesito.
Fue la única nota discordante en este paseo, cada día me supero más, ya ni me pierdo, pero se me pierden algunas cosas y está vez fue algo muy importante, pero al menos tiene solución, nada que el dinero no pueda solucionar.