Se le dice al paseo de olla, cuando se va a hacer el almuerzo junto a un charco, bañándose bien rico y se lleva la olla y el mercado para la orilla. Se enciende un fogón de leña y mientas que unos se bañan bien bueno, las que no, hacen el almuerzo.
En este caso no era para baño que íbamos sino para una finquita cerca del pueblo donde un sobrino, que está cuidando una casa-finca. Mi sobrina que vive fuera de la ciudad fue la de la idea, pues quería reunir a todos sus tíos, para compartir con ellos un rato.
Pero fue un paseo muy accidentado, pues nos bajaron de la olla antes de armar el paseo. Como cosa rara armamos y desarmamos , cuando mi sobrina me llamó para decirme que invitara a la familia a la finca, pensé en invitarlos a todos, cuando me dicen, los «anfitriones» que no estarían allá ese día, entonces así como los invite, los des invite mentalmente. Quedamos sin paseo, entonces le dije que hiciéramos un sencillo almuerzo en la casa y luego nos íbamos a andar, pero entonces no invitamos a nadie. Al fin que no sabían que los iba a invitar (no ven que todo lo hice mentalmente).
Cuando al otro día llega mi hermana y me dice que si van a estar en la finca, que podemos ir. Pues nos volvimos a montar en el paseo, cuando ya habíamos pensado hacerlo en otro lado invitándolos al fin a todos, pues que de una todos para la finca, sin problemas.
Allí con todos los ingredientes entre todas nos pusimos a hacer el tal sancocho de pescado, con ensalada, guacamole, luego sacamos aparte las papas y la yuca e hicimos un guiso y rehogamos todo eso ahí, con arroz… Mejor dicho, quedó delicioso, se aprovecharon las brasa para asar plátanos maduros, eso fue comelona y francachela.
Luego del almuerzo empezó a llover, entonces nos pusimos a jugar bingo y antes de que perdiéramos hasta la camisa, les dije que nos fuéramos a caminar un rato, pues había escampado y nos fuimos caminando despacito, pues las lomas escarpadas eran como para tropezar y seguro por ahí no había una mano amiga que nos detuviera, así que caminamos un buen trecho. Cogimos guayabas como cuando niños, me faltó encaramarme a los árboles, ya como que estaban muy altos, antes los hacían más pequeños o será que era más ágil y me encaramaba como si nada y cogía las guayabas de la parte más alta y las que estaban más ricas, pero está vez casi que toca decir como la zorra: «están verdes» pero no, cuando se va con hombres, no tenemos por que sufrir y ellos se encargaron de bajarnos algunas y calmamos el antojo.
Aunque nada como cuando estaba embarazada, la primera vez, que me antoje de guayabas y me fui para la finca de una amiga a comer bajo el árbol, hasta que se me paró el ombligo. [piopialo]Los antojos míos eran al por mayor no me conformaba con una o dos, quería cantidad. #FrasesDeMamá [/piopialo]
Luego llegamos a descansar un rato y a la recocha que nunca falta, porque eso sí, le sacamos pelos a una calavera y con mi cuñado que hacia ratico tenía una broma que le hice atravesada y vio la oportunidad de desquitarse y claro caí redondidta. Pues hablando como si nada va diciendo y allí arriba está la finca de Raúl y yo voy preguntando ¿de cuál Raúl? «pues del que guarda la huevas en el baúl» y todos sueltan la carcajada, la paganine fui yo esta vez, eso me pasa por ponerme de curiosa 🙂 Esas son las bromas de estos chicos, mientras que yo sólo le había hecho la del carro de Fernando, que era mucho más inocente.