El último día en Tumbes, no nos podíamos ir sin conocer las playas, a ver si por lo menos algo valía la pena este largo viaje. Hice el desayuno en el hotel, estábamos hasta la coronilla de huevo tibio, así que sanduches sin queso. Solamente un embolate de pan y gaseosa.
El mejor desayuno de todos esos días. Al fin y al cabo muchachos. Desayunamos y tempranito para la dichosa playa, reunirnos con el grupo de huachu que también iba y todos nos montamos en un bus todo destartalado que iba para allá. Cada uno pagaba su pasaje y felices a bañarnos en el mar.
Al llegar nos dejaron en el pueblito y a caminar un pedacito para llegar a las lanchas. Allí había que pagar por cada uno, niños y personas adultas. Entonces yo dije que era de la sexta edad que no pagaba y me dijeron que de la sexta edad no pagaban jajaja y así fue como monté gratis en la lancha que nos llevó a la playa.
En el trayecto el señor que manejaba la lancha nos iba diciendo algo de la historia de lo que íbamos viendo, no nos podíamos medio mover, porque la lancha se ladeaba lo más de maluco y esas aguas todas sucias y negras, se veían aún más feo. No era nada llamativo caerse en ellas.
Al llegar, nos bajamos y que feo se veía esa parte, había que ir al otro lado donde estaba menos mal, aunque ahí uno solo se bañaba en arena, o si quería que las olas lo zarandeara había que ir más al fondo y como le tengo respetico a las profundidades, me quedo en la orilla, cogiendo conchitas y mojándome los pies con el vaivén de las olas. De pronto me siento y dejo que las olas me revuelquen un poquito.
En esas estaba cuando la bulla de uno de los chicos que un animal picó. El físio ya había sido picado, pero al parecer no fue muy duro, ya que a medida que los otros iban siendo picados, él los atendía.
Entonces yo me puse a gritarle a los chicos que salieran del agua y nada que paraba bolas. Las chicas seguían brincando al son de las olas, hasta que fueron picadas y salieron con sus pies sangrantes. En total fueron 5 los picados y que los tenían que llevar al pueblo a que los inyectaran.
Pues se tuvieron que salir los otros que estaban tan entretenidos, no muy convencidos de que se acabara el baño tan rápido, pero era eso o exponerse a que siguieran siendo picados y de pronto con consecuencias trágicas.
El fisio se fue con los picados al pueblo y el grupo de huacho también se fue. Nos quedamos el resto a almorzar allí, caro y maluco. Esa comida picante no me gustó, me salvó la lengua entumida un dulce rico que me regaló el profesor de puro coco.
Así si pude comer, un pedacito de coco y un poquito de arroz picante, terminamos y nos fuimos también a encontrarnos con los enfermos que ya habían sido inyectados y estaban mejor, solo una tenía la pata como una rellena.
El bus que quedó de ir por nosotros seguro se cansó de esperar y nos tocó en dos busetas repartidos, llegar al hotel y la odisea para quitarnos la arena y salir pitados. Mejor dicho el viaje aún no termina, pero eso sí, fue un paseo de picados.
Una respuesta a «Paseo de picados»
Ahhh en los paseos siempre pasan cosas, cosas que nos hacen reír luego y recordar las cosas con cariño 😀