Cara de revólver

Se ha subido al bus un  señor negro gigante con cara de pocos amigo, reclamando un puesto con tiquete en mano y como resulta que ya teníamos ocupado medio bus desde que salimos de Colombia ni modo de que un aparecido nos fuera a desacomodar. Entonces le dijimos que ese puesto estaba ocupado desde hace mucho rato que por ahí habían más desocupados. Pues que no, que él quería el que le tocaba, que siempre que se subía a este bus lo mandaban para tras y que está vez no iba a ceder, tranquilo señor que no le toca atrás ahí adelantico tiene uno desocupado le decíamos. Pero no quería entrar en razones y que nosotros no éramos los dueños del bus para mandar allí.

En eso si tiene razón le dije, no tenemos tanta plata para compra un bus, en fin usted verá, pues esperare al que acomoda, para que él me diga. Dijo y le salieron raíces en los pies porque no llegó nadie a acomodarlo así que le tocó solito acomodarse él dónde le habíamos dicho que había un asiento desocupado. No sé de que se quejaba si había una chica toda pispa parecida a él , en cuanto a color, no en lo amarguetas, en ese asiento. Pero ni así se le vio cara de contento, me parece que este señor no conoce qué es la palabra sonreír. Reírse ni mucho menos una carcajada salida de lo más profundo, pues en todo el trayecto nunca dejó su cara de revólver, parecía a esos malos de las películas, que para reírse se necesita plata o hacerle cosquillas. Hasta divertido debe de ser, solo que allí no encontró un motivo.

Me ponía a verlo solo y pensaba cómo hace la gente para tener una cara de palo tan bien puesta. ¿Así será a toda hora con su familia? Que jartera vivir con alguien con semejante semblante de enojado a toda hora. Es que ni chupando limón se logra, aunque puede ser bien simpático, pero me quedé con las ganas de verle los dientes. Estos negros los tienen bien bonitos y blanquisimos.