En cada viaje no falta un angelito que esté pendiente de que las cosas vayan mejor y en este no podía haber una excepción. Cuando llegamos nos estaban esperando dos entrenadores de balonmano, siempre es agradable ver una cara amiga cuando se llega a una parte desconocida, ellos se encargaron de llevarnos al hotel y luego a comer y uno de ellos se convirtió en el guía de nosotros allí, para todas partes iba con nosotros, algo muy importante.
También nos sorprendió gratamente tener un fisioterapeuta personalizado, pues siempre no faltan los accidentes en los juegos y saber que una persona especializada esté pendiente es súper y este chico nos cayó muy bien a todos y claro que se le puso trabajo, pues en el equipo salió más de una descuadernada y en los equipos contrarios algunos también fueron vistos por él. Genial esta parte, ojalá en todos los eventos hubiera alguien pendiente de los jugadores.
Otra persona que cayó como un angelito del cielo fue un señor que amablemente me ofreció su baño, cuando en el hotel donde nos hospedamos solo nos permitieron utilizar una habitación para los 22 que éramos, ducharnos luego de llegar de la playa, no veía yo cuando íbamos a terminar todos. Entonces bajé donde el recepcionista haber si había alguna forma de que nos prestara o alquilara una pieza o si sabia donde nos podían alquilar un baño, cuando un señor que estaba escuchando me lo ofreció, pues de una que me fui con otros dos muchachos a aprovechar la amabilidad del señor, pidiendo permiso primero a él que si podía prestárselo a ellos también y dijo que no había ningún problema. Solo que le diéramos algo para pagarle al chico del aseo por si tenia que limpiar de nuevo la habitación, que entre otras cosas no se que le habían hecho si olía bien feo, tanto que dos de las remilgosas no se quisieron bañar allí y casi que les toca viajar todas pegagosas y untadas de arena, pues estábamos sobre el tiempo. Una acosadera para de todas maneras esperar un rato en la terminal. Todo a la carrera, pero a la postre toca esperar, pero como no se sabe, pues tocó correr.
Luego que si llegamos a Guayaquil nos tocaba esperar no sé cuánto en la terminal. Así que el fisioterapeuta nos ofreció quedarnos en su casa esa noche y que al otro día luego de cambiar pesos al dólar que se necesitaban nos íbamos. Pues ni cortos ni perezosos nos fuimos con él. Llegamos a una casa preciosa y grandota, pero claro si allí viven 10 personas y se reúnen 50 o 60 cuando hacen reuniones así que espacio había de sobra y como pudimos nos acomodamos. Ademas que tenían piscina y los chicos de una aprovecharon para darse su chapuzón. Se compraron hamburguesas, gaseosa y a dormir.
Al otro día hicimos el desayuno y el almuerzo, antes de irnos, alguito se ahorro en comida pero se gastó en transporte. En fin, unas se van por otras, pero todas las personas familiares del fisio, súper amables, increíbles seres humanos que sin conocernos nos ofrecieron lo mejor de ellos. Estos fueron nuestros Angeles en el viaje.