Llega diciembre y es la algarabía y la bulla. Pasa, y es como si nada hubiera pasado. Todo a la normalidad, lo único es los bolsillos más desfondados. Algunos amigos que viven fuera extrañan de Colombia los alumbrados, sobre todo en los pueblos pequeños, pues en las grandes ciudades poco se ve, a no ser los alumbrados de los centros comerciales o las grandes avenidas, pero en sí alumbrado en los andenes no se ven.
Lo mismo que la natilla y los buñuelos que por allá ni sus luces. Algo que no me explico, pues si son productos a nivel mundial. Parece que no. Me decía una amiga que vive en Chile, ni sus luces de nada de este alboroto. Bueno le digo yo, al fin que son solo fechas, lo importante es que está con todos sus hijos y están bien de salud. Y me dice: «ah eso si, trabajo y salud nos sobra, que es lo mas importante y más de lo que muchos tenemos en estos momentos».
Lo demás es sólo un almanaque que se acaba y otro para deshojar durante todo el año, llega se va y todo sigue aparentemente igual. Sin muchas variaciones, no hay que darle tanta importancia.
Pero es difícil no dársela cuando todos alrededor están con el cuento. Las emisoras están pendientes, la televisión también, ni tapándose la cabeza con la cobija se salva uno de la algarabía de todos los que les gusta despedir el año con llanto unos, con alegría otros, eso depende de cómo nos haya tocado en el año.
Yo poco de agueros y cosas, sin embargo no se puede dejar pasar por alto algunos detalles y que sea un buen motivo para desear alegrias y parabienes. Sin faltar las lentejitas y algún otro aguero que se filtre. Toca andar en la onda y todo lo que se haga de algo servirá.