Están apareciendo las desaparecidas. Hoy vino a visitarme otra amiga que hacia días no veía, hace poco su mamá estuvo viviendo cerca de la casa, se pasaron de ahí y no la volví a ver, hasta que apareció y le pregunté que para dónde se había ido la mamá y que cómo estaba de salud, pues de una me suelta que la mamá se le había muerto hacia dos meses. Cambió radicalmente de domicilio y ni siquiera avisa.
Entonces toda triste y compungida me dice que anda muy deprimida desde que se murió. Qué va le digo yo, eso no es por su mamá que anda toda acabada, es por culpa de su marido que la tiene toda achicopalada, y si no se decide a dejarlo cuando él se muera va aquedar toda vieja y ajada.
«Es verdad» me dice ella, «pero es que no me atrevo a dejarlo, me hace mucha falta». Bueno, pues masoquista si que es, la madre que me aguanto a un marido machista en estos momentos donde la libertad es primordial. Además le tiene miedo, no se atreve a dejarlo y eso que no tienen hijos. Qué tal esta pobre con chinos, son de esas mártires que piensan que no pueden vivir sin un hombre al lado, así les den mala vida.
Lo malo es que ella misma reconoce que vivir al lado de este señor la está llevando a la tumba, pero si no quiere o la inseguridad la retiene, no tendrá cuando cambiar su vida y así seguirá marchitándose como una flor.
Va donde el médico a que le mande calmantes, pero nada se gana, vive como dopada. El remedio lo tiene a mano pero no se quiere aliviar. Claro que cada uno ve sus necesidades donde quiere y es tan fácil aconsejar pero a la hora de la verdad, difícil hacerlo.