Esta semana llegó mi marido con el cuento de que una ramita lo había golpeado cerca del ojo. Por poquito y le hacen un cambio extremo, afortunadamente fue cerca pero no dentro. Me mostró el «arañasito»que tenía y que no le dolía ni nada. Cuando al rato lo volteo a ver y tenía el ojo completamente cerrado cual chino chiviado. Dizque se fue a sacudir el oído porque lo sentía tapado y de una se le cayó el párpado dejándolo sin la rendija para medio ver. Le tocó ponerse unas gafas negras o taparse con un pañuelo, para no espantar a la gente.
Y fue donde el amigo de la farmacia que le manda alguna pastica para la hinchazón y al segundo día ya estaba de nuevo bien. Menos hinchado, y el día de hoy está normal, sólo le quedó el «rasguñuito» de la rama, ese es más alérgico que yo para ir donde los médicos. Creo que el día que vaya es porque ya tiene una pata en el cementerio.
Todos los amigos y conocidos le recomendaban que fuera al médico y él les respondió «y para qué, para que me manden una cantidad de exámenes, como si por la orina o la fecal les fuera a decir por qué se me hinchó el ojo. Mientras que se hacen un ocho mandándome exámenes, se me deshinca el ojo y quedo como siempre, sin tantos problemas, que seguramente allá me van a poner». Y cuanta razón tiene, hay que cuidar las cositas que aún nos queda fuera de las manos de los matasanos, si no es estrictamente necesario, es mejor mantenerlos alejados.