Muchas veces sin querer, queriendo decimos cosas que a la larga se nos pueden devolver. En las relaciones de pareja tendemos a hablar en momentos de acaloramiento o de rabia hiriendo a la otra persona con frases que no nos salen del corazón, pero que luego de lanzadas, es difícil con un perdón hacer que se olviden.
También suele pasar, que se lanzan palabras ofensivas que se cogen al vuelo y luego las sacamos a relucir cada que se tiene ocasión, pues aunque se trata de olvidar quedan grabadas con cincel muy adentro. A propósito saco a relucir estas cuatro verdades que vi en el muro de Josefina:
- Una piedra, después de haber sido lanzada;
- Una palabra, después de haberla dicho;
- Una oportunidad, después de haberla perdido;
- El tiempo, después de haber pasado.
Todas están relacionadas y muy acorde con lo que quiero decir. La piedra después de haber sido lanzada, no se devuelve y si da en el blanco el chichón tan hijuemadre que le deja al que la reciba, si no es que lo destortilla.
Una palabra después de decirla si que es difícil recogerla y aunque dicen que las palabras se las lleva el viento, a veces no sopla lo suficiente y se quedan para amargarnos la existencia. Las oportunidades las pintan calvas, si se dejan ir, muy difícil volverlas a tener. Además, que según dicen, sólo se presentan una vez en la vida.
El tiempo sí que se escapa de entre los dedos, lo que no se hace inmediatamente, ya no se hizo. Eso de que dejemos para después, cuando nos volvamos a ver, que va, lo que fue, fue.