Increíble pero cierto, luego de ser como parte de la familia, pues imagínense más de 20 años por ahí mojándome la puerta con su aguas residuales, salpicándome la pared, empapando a todo el que daba papaya y que no se acordaba que al pasar algún carro, nos bañaba. Pues al fin se hizo el milagro, pero creo que lo voy a extrañar, pues son muchos años de sentir el vació y de que la casa se moviera cada que pasaba algún vehículo pesado y no tanto. Además, los perritos sabían que cuando llovía ahí tenía agüita para calmar la sed.
Cada que me asomo a la puerta y veo el hueco ahí encerrado, para que nadie lo pise aún, pienso que lo voy a extrañar un chorro. Pues fueron muchas las veces que me hizo reír al ver a mas de un transeúnte desprevenido que mentaba la madre al verse salpicado o bañado dependiendo de la cantidad de agua que tuviera.
Un día hasta a un Concejal mojó estando ahí parado. Prometiendo que lo taparía un día cuando fuera elegido. Que risa, probó en carne propia que no era por fregar que cada rato hacíamos el reclamo de que lo taparan. Claro que tampoco éste logró hacer el milagro y cuando ya se habían perdidos todas las esperanzas, pues en estos días que estuvieron señalando los huecos a tapar, este lo pasaron olímpicamente, toco mandar una carta con todas las firmas de los vecinos y mostrarle al propio Alcalde que la tronera se veía a legua. Sólo los ciegos no lo ven y entonces dijo que sí, efectivamente desde la esquina se veía e inmediatamente mando a que lo trazaran y ya por fin lo taparon.