Al estadio empezó a ir una señora muy mayor a caminar. Al principio iba con un bastoncillo, daba la impresión de que le dolía hasta el alma para andar y parecía que en cualquier momento se iría de bruces al suelo. Poco a poco se le veía un poco más ágil con su bastón, hoy en día ya camina sin bastón y cada vez se ve mejor, más derechita y con ánimos de hacer estiramiento y todo.
Viéndola a ella y sus deseos de superación, vemos que sí vale la pena madrugar a caminar. Tal vez si hubiera hecho el ejercicio antes, no cuando ya estaba más allá que acá, seguro no le habría cogido ventaja la enfermedad degenerativa de sus huesos, de milagro se está rehabilitando y cada día está más fuerte.
Y así como ella hemos visto a varias personas que recuperan su agilidad para caminar, o sea que el ejercicio si rejuvenece y nos vuelve más elásticos y quedamos todo el día con las pilas puestas, no se necesita mucho para estar saludables, sólo una hora de las tantas que malgastamos al día.
Si todos estuviéramos conscientes de lo bien que nos hace el ejercicio, seguro dejábamos la pereza y nos levantaríamos una horita más temprano, esto lo aprendí un poquito tarde, no mucho, pues al menos todavía no había cogido ninguna enfermedad grave y estamos muy contentas de madrugar al estadio, esperando hacerlo hasta que no nos podamos coger las nalgas con las manos.