Cuando veníamos del estadio, vimos un gatico en la esquina ahí paradito, de color amarillito con pintas blancas, me pareció muy lindo y me hizo acordar de uno que tenía cuando niña. Me agache lo acaricie y seguimos caminando, cuando vemos que se vino detrás de nosotras. Como hacen los perritos callejeros que se van yendo detrás de quien les muestra algo de simpatía.

– «Déjelo para la casa, al fin que no tiene gato«,
– «no que pereza bichos, con los de los vecinos tengo para limpiarle sus porquerías.»
Ahi siguió un rato maullando, corría de la casa de la vecina a la mía, como diciéndonos cualquiera me tiene que querer, hasta que la vecina abrió la puerta y se asomo el gato de ellos. Ahí el gaticose eriza, le enseña los dientes y se corre para mi casa y desde ahí vigila al otro gato.
Se asoma mi hijo y le parece muy bonito, no le importaría tener un gato en casa, dice, nos ponemos a cavilar y hasta serviría para espantar a los otros gatos que se están metiendo en las noches, pero tampoco me suena la idea, pasar de guatemala a guatepeor, no, dejemos asi.
Al rato me volví a asomar y ya no estaba el gatico, no sé si se fue para su casa o alguien se lo llevó.