Luego nos fuimos y el taxista estaba sobre el tiempo, pues perdió toda la mañana, esperándome. Entonces le dije que si me hacia la carrera hasta la casa donde me estaba quedando. Entonces me dice: “claro con mucho gusto la llevo, pero primero debo pasar por mi esposa y mi hijo que me están esperando, para que los lleve no se adonde”. “Bueno no le veo problema, lo importante es que luego me deje a mi en mi casa”. Así me fui con el taxista, no pensé que nos íbamos a demorar tanto, yo estaba con la idea que tenía que llamar a avisar que ya estaba bien y con la maleta, pero no se encontraba teléfonos por ahí, y mi celular muerto, ni entraba ni salían.
Luego de recoger a su mujer y su hijo, tenía que llevar a una niña minusválida a una terapia, que luego de eso me llevaba a mí. Bueno, no le veía nada de problema a que me estuviera paseando por Bogotá, pero si tenía la inquietud de que tenía que llamar, porque era muy tarde y lo más seguro es que estuvieran preocupados. Pues cuando al fin logré un teléfono para informar que estaba bien, pero que me demoraba otro poquito, la chica de la casa, estaba en un mar de nervios, preocupada y que ya hasta la policía me andaba buscando, ya sabían la noticia de mi desaparición en todas partes del planeta, mi hija en España, mis cuñada en Cali, mi hijastra en Armenia. Eso se regó el cuento y todos ya me daban por secuestrada, embundurangada, paseo millonario. Mejor dicho todo lo malo que le pueda pasar a una persona en una ciudad tan grande y con tantos peligros (cada uno pensaba algo diferente para mi) que poca fe me tienen.