Menos mal que no era sino una cuadrita para caminar y que estaba en la misma ciudad, nada más desagradable que se le dañen los zapatos en otra parte, en plena calle.
Ya me pasó una vez en otra ciudad, sólo que estuve muy de buenas, por que se me dañó dentro del local en el que estaba comprando algunas cosas y el señor de ahí, muy amable, mandó a arreglarme el zapato con unos de los empleados, sino me habría tocado comprar nuevos, solo que con que sentimientos, en esos momentos ya estaba más sacudida que palma en domingo de ramos, jajaaja.
Pero siempre tengo un angelito por ahí, que mira todo lo que hago, para que no me vaya muy mal y sea más pasable llevar esta vida, sin necesidad de arrastrarla mucho.