Esta semana estuvimos de grado, hacia años que no iba a esta ceremonia, viendo todo este engranaje que tiene el recibir un cartón donde lo único emocionante es cuando nombran a la persona por la que se está allí, del resto es un ladrillo que hasta sueño da, pero esta vez tuve doble motivación ya que mi sobrina recibió doble reconocimiento: el ser la mejor de su clase y la primera en las pruebas de ICFES. Eso fue muy emocionante, pues ser la primera en medio de tanta gente es algo que da mucha alegría con lo maquetas que salen hoy día de los colegios, pues se piensa que por algo logró el primer puesto.
Por más que retrocedí el caset a cuando yo me gradué no daba con la toga y el birrete, entonces me acordé que ese año nos graduamos de vestido blanco, no sé porque, el caso es que no hubo toda la guacha pita que se forma al tirar al aire el birrete, me pareció chévere, por lo demás casi que nos sacan en volandas de allí pues enseguida había más grados, así que a los graduados les tocó tomarse el vino y la torta a toda carrera. Cada día están más tacaños pues ni para los acompañantes alcanzó el brindis.
Pero bueno, al menos en la casa de los padres de ella nos dieron torta, natilla, buñuelos, comida, eso quedamos jinchos, aparte de pasar un rato de recocha y como nota curiosa el fotógrafo era el mismo que creció y envejeció tomando las fotos de generación en generación.
También la pasamos recochando con unos pollos de dos patas, decía una cuchibarby que como sería de bueno el pollo para una dieta, o que se podía pegar una carrera y cogerlo cansado, mejor dicho se alborotó el gallinero y el chico solo se reía de las bobadas que deciamos.