Como era domingo dije a los chicos de la casa que nos fuéramos a dar un roce, así que pegamos para tres esquinas y como tenia que averiguar algo por allá pues matábamos dos pájaros de un solo tiro.
Sin embargo, cuando ya habíamos llegado a la esquina miro que mis zapatos no eran aptos para la caminada tan grande que nos íbamos a pegar, y les dije que me los iba a cambiar, que me prestaran las llaves y me esperaran, como estaba haciendo mucho calor se vinieron detrás mío.
Yo entré en la casa, me cambié los zapatos y el pantalón, por unos zapatos más cómodos y un pantalón que tuviera bolsillos para echar las llaves, pensé.
Luego todos volvimos a salir y nos fuimos de caminada. Yo en tenis, mucho más descansada y nos fuimos hasta tres esquinas, una buena patoneada y de venida que nos empezó a llover. Así que nos tocó coger un taxi que nos dejó en la puerta de la casa y cuando fuimos a abrir ¡Oh sorpresa! No teníamos llaves.
¿Cómo así que no hay llaves?
Y todos me miraron a mi, ah pues si su papa me dio las llaves para cambiarme de zapatos pero como se vinieron conmigo en la salida se me olvidaron.
Resulta que las había dejado encima de la vitrina y ahí se quedaron.
Así que nos habíamos quedado en la calle.
Pues ahí mismo a buscar soluciones a ver como podíamos entrar.
¿Y qué opciones teníamos?
En esos momentos llegaron los vecinos y que les pidió prestadas sus llaves a ver si alguna le servía a la chapa. Nada, ninguna, lo que es una buena noticia, viéndolo bien.
Y eso que el señor tenía un manojo de llaves, pero ninguna le sirvió. El hijo me prestó las de él y nada llego la hija y también me prestó sus llaves y tampoco. ¡Que casa mas segura tenemos!
No quedaba más opción que escalar la quebrada y entrar por el patio. Lo cual con lluvia y todo era una gran proeza.
Así que mi hijo estaba decidido a bajar con una escalera pero le dio pena porque había que desacomodar muchas cosas entonces les dijo que el mejor le pedía permiso al señor del frente para pasar por la quebrada y ellos le prestaron incluso unas botas pantaneras y todo para hacer tremenda hazaña.
Armados de las botas fuimos donde el señor del frente que muy amablemente le dio permiso para pasar por su casa y por ahí atravesarla quebrada y llegar a mi casa que tenia y una forma de ingresar, aparentemente.
Sin embargo, no se contaba conque la puerta estaba atestada de cosas y eso le tocó una odisea para poder abrirla. Mejor dicho, que seguridad tiene mi casa, a los ladrones les tocaría muy duro meterse por allí.
Cuando por fin pudo entrar ya era de noche, pero logro su cometido y una anécdota más.
Esperando que para la próxima tengamos más cuidado de sacar las llaves y eso que los tres tenemos, y así no tenernos que ponernos a miquear.
Aunque todo hay que decirlo, esta era la solución menos peligrosa, porque se imaginan tener que subir por el techo todo mojado porque estaba lloviznando, se descalabran.
Aunque claro, la otra opción es pagar a un cerrajero, pero en ese pueblo un domingo noche. ¡Proeza imposible!
Y así terminamos una caminada en familia, con una anécdota divertida para compartir y reír el próximo diciembre.
