Salir un sábado es lo más maluquito que hay, se encuentra que cantidad de gente en el parque que no se halla ni por donde caminar. En un tumulto me dí de jeta contra un ciego con su palito, me lo metia entre las piernas y yo tratando de sacarlo y él como no veía que más arremetia, casi que me violan a palo limpio. El ciego por delante y la gente empujando por detrás, me sentí acorralada y como pude a empujones salí del tumulto, antes de que hicieran un sanduche conmigo.
En el parque hicieron una cancha para jugar futbol de salón, me imagino, colocaron una malla en lo alto y alrededor para que la pelota no se salga del perimetro requerido, quedan como encarcelados en ese pequeño espacio, haciendo aún más estrecho el caminar y el flujo de la gente el sábado es peor, asi que rapidito me volví para mi casita, no vaya a ser que me quede con la boca abierta viendo jugar, claro que si me gustara hasta se podría considerar la opción.
Y en el camino veo al señor que vende jugos de naranjas, en plena calle, arriesgando su vida en medio de los carros, pues un señor de un carro le estaba comprando jugo, al frente habia otro carro y los que pasaban por la mitad tenían muy poco espacio y el ahí arriegando el rabo. La gente es un caso, algunos le decian que se acomodara o se quitara y él como si nada, de buenas que todos iban despacito que sino volaba jugo al cielo.