Todos somos esclavos de la imagen que nos hemos creado de nosotros mismos y que hemos proyectado fuera para que todos nos vean así. Si es una imagen «mala», como la de una persona perezosa, irresponsable, inútil, la gente nos considerará y seguirá considerándonos así, hagamos lo que hagamos, perezosos, irresponsables, e inútiles, y nosotros mismos seremos siempre a la larga, lo que la gente espera que seamos, y nos portaremos como esperan que nos portemos.
Y si es una imagen «buena», como la de una persona seria, puntual y trabajadora, seguiremos siendo serios, puntuales y trabajadores, si no por virtud, si por la necesidad de responder a la expectación que hemos creado. En cualquier caso, la imagen cohibe la espontaneidad, apaga la fantasía y ahoga la vida. Viene bien, aunque sólo sea por cambiar, romper el molde.
Aquí le queda bien el refrán de «cría fama y echa te a dormir»