Con motivo del cumple de la mata de la amabilidad, nos regalaron el paseo al parque del café. Yo salí beneficiada pues en mi medio siglo de vida nunca lo había visitado, así que mi sobrina pensó que a mí hijo le gustaría más un paseo que hacerle la consabida reunión familiar, y efectivamente este detalle le gustó mucho más.
Así que esta vez el paseo fue en un carro alquilado y manejado por el hijo de ella. Terminamos yendo mi hermana, que tampoco conocía el parque, mi hijo, mi sobrina, su hijo (chófer) y yo.
Madrugamos para estar listos cuando ellos pasaran por nosotros. Desayunamos y a las 9 pasaditas estábamos llegando a Armenia. No sin llevarnos un susto con los kokoricos (policías de tránsito) que nos pararon a revisar papeles del carro y desafortunadamente los que íbamos atrás no llevábamos puestos los cinturones de seguridad, de esto se pegaron para que hubiera que untarles la mano sino queríamos una multa.
Pasado este impase seguimos para el parque. Estaba a un paso, como era entre semana había poca gente, algo que se agradece pues las colas largas me dan rasquiña.
Llegamos y mi sobrino hizo la pequeña cola para comprar las entradas. Para los chicos compraron entrada con una manilla que les permitía repetir y repetir sin límites algunas atracciones. Nosotras tres con 7 atracciones, al final nos sobraron algunos pases.
Al llegar lo primero que hicimos fue tomarnos la foto con el paisaje que se ve desde allá. Es hermoso, pero sobre todo antes de que nos despelucaramos, porque de ahí en adelante fue montarnos en le teleférico para bajar a las atracciones acuáticas y salir como patos.
Luego a ver en que más nos podíamos montar. Los muchacho no dejaron títere con cabeza, eso por donde pasábamos se montaban en lo que hubiera. Nosotras sí éramos más selectivas y con más cuidado escogimos una que otra atracción.
Como los carros chocones acuáticos, el rin rin, la rueda, la montaña rusa escalofriante. Lo pensé mucho antes de decidirme a dar una vuelta en este aparato que se veía tan espeluznante, pero como mi hermana dijo que ella quería, pues no me podía quedar atrás y le seguí las corriente.
Al fin y al cabo si ella puede que es mayor, yo también. Sobrevivimos como las valientes, al fin que da algo de sustico pero no es algo que no se pueda sobrellevar.
Luego seguimos para el krapter y el yeppe, ahí si no quisimos que se nos enfriaran las tripas pues era muy cuesta arriba. Aunque dice mi hijo que eso no da tiempo a que se nos pare el corazón.
La vueltica al krapter no dura sino 45 segundos, más se demoran en montarse que ya estar abajo. Eso no se oye sino madrazos de la gente, se bajan todos zorombáticos sin ganas de volverse a montar, pero cosa tan rara al momento están otra vez repitiendo.
Definitivamente somos masoquistas y nos gusta pelear contra el miedo.
En estas dos atracciones repitieron los niños varias veces. Como que entre mas miedosa fuera la cosa más les gustaba. Yo ya estaba que quería probar, pero lo dejamos para después del almuerzo. Los mismo que la calbagata y montar en el tren que da la vuelta al parque.
Pero adivinen qué, lo que no se hace de una vez, no espere para después.
De pasada para el almuerzo los chicos montaron en el huracán, este aparatico tampoco nos llamó la atención ya que es una versión más grande del rin-rin y nos dio escaramuza las alturas .
Luego del almuerzo nos fuimos a caminar para conocer el sendero de los mitos y leyendas, quedamos en que luego volveríamos para montar en la montaña rusa y en las otras dos cosas que queríamos.
Mi sobrino se quedó repitiendo en las atracciones que le gustó y como ya conocía la caminata que íbamos a hacer no fue, mi hijo se quedó con ganas de repetir, pues en la caminata siempre nos demoramos y nos alejamos mucho de donde estaban y para devolvernos era una caminada larguita y el tiempo ya no daba para regresar.
Conocimos el cementerio Indígena, había una grabación donde narraban las historias una y otra vez, todo muy organizado y limpio.
El sendero de los mitos y leyendas resulta que cada leyenda contaba con su respectiva estatua e historia, lo que más me llamó la atención era que todo el piso estaba tallado con las pepas del café. La casa campesina muy bien organizada con sus cosas antiguas de como eran hace tiempo las fincas.
Eso sí, seguro nos falto muchas cosas por ver, pues el terreno es bastante extenso.
Nos fuimos al otro lado donde quedaban algunas atracciones pero no eran de nuestro agrado pues eran las que daban vueltas en redondo y esas nos mareaban.
Nos montamos en el barco pirata, era pequeño y cuando estuvimos montadas la chica que nos asegura el cinturón dijo que eran tres minutos en los cuales no nos podíamos parar ni bajar hasta que el barco se quedara quieto.
Al principio mi hermana feliz con la zarandeada, ya al momento se empezó a sentir mal y que se quería bajar ya, pero como no se podía le toco aguantarse hasta que se detuvo del todo, pegándose una mareada lo más de maluco.
Se bajó toda pálida y con el estómago revuelto, al menos fue al final y no al principio que se mareó, sino se le hubiera dañado el paseo.
Y nos decía: «no me marié en la montaña rusa, decía para marearme en este barquito tan pequeño».
Porque eso si, de la montaña rusa decía que era lo máximo y que en sus 70 años era la primera vez que montaba en algo tan emocionante.
Ya en la salida nos sentamos en el parque a esperar que llegaran mi sobrina y su hijo. Yo subí al segundo piso donde exhibían todo lo del café, desde la recolección hasta que lo cargaban en los carros para su venta. Algo muy bien organizado y con todo detalle, hasta había una plataforma donde la gente podía coger unos controles y hacer como que estaban cogiendo café.
Se entraba a un cuarto donde estaba una estatua de Juan Valdés que saludaba e invitaba a entrar: «Buenas, bienvenidos, sigan pues», así repetía una y otra vez.
Terminamos con este recorrido y de nuevo para la casita. Llegamos sin novedades esta vez y con un agradable sabor de haber conocido algo más. Agradecidas de tener alguien que nos quiere y que nos lleva a conocer lugares hermosos y paradisíacos de este bello país.
Lo chévere es que el parque del café está súper cerca de casa y si pasas por Armenia o el eje cafetero es un paseo que deberías hacer. La pasarás genial, si puedes ir entre semana mucho mejor, hay menos gente.