!Y que pollo tan sazonado!, la verdad es que tenía toda la razó en no querer perder este biscochito, pero ahi es donde se cuestiona uno hasta que punto la obsesión, amor, o lo que sea que se llega a sentir por otra persona puede llegar afectarnos tanto, que no importa las consecuencias, con tal de darle gusto al gusto.
Para mi gusto, si la cuestión es de vida o muerte, pues es mejor sentirse feliz hasta el último minuto, a tener una vida desgraciada, pero la diferencia estriba en que ella no se moriria, solo podía quedar ínvalida, asi no aguanta, todo o nada, quedar uno medio llevada, sola, sin su pollo, por que no cabe esperar que un joven se quede cuidando a una invalida, entonces eso es lo que no me parece, en cambio si la cuestión es que se puede morir de placer, es otra cosa, se muere uno feliz y no quedamos dando lástima por ahi.
O llegar a la conclusión a la que llegó la señora y fué terminar con el chico, por fin recapacitó y cayó en cuenta de sus años, que por más cirugias que se hiciera, por más que quisiera aparentar ser joven, los años no perdonan y que lo mejor era conseguirse un señor de su edad, que no exigiera tanta adrenalina, no sería más feliz, pero no arriesgaba su salud.
Creo que todo debe de tener sus límites y como decia una cuentachistes esta semana: «el pollo es vida, el pollo rejuvenece, estira la piel, pero también empalaga» entonces con moderación y sin empacharse.